domingo, 12 de octubre de 2014

12 DE OCTUBRE



El Mito de la Colonización Feudal

1.    Durante muchos años se ha repetido que la colonización española en América tuvo un carácter «feudal» (Mariátegui fue, entre los marxistas, uno de quienes más temprano y con mayor énfasis insistió en esta tesis. (Siete Ensayos, 12).
Aparte de que Colón descubrió América esa es quizá la afirmación más repetida acerca de la colonización española. Nosotros en cambio, sostenemos que el contenido, los móviles y los objetivos de la colonización española fueron decisivamente capitalistas. ¿Vale la pena discutir al respecto? Si se tratara de una cuestión académica (tal como el origen exacto de la palabra gaucho, por ejemplo) no valdría la pena detenerse en la cuestión. Pero determinar el exacto carácter de la colonización española tiene una importancia nada académica. Baste decir que la conocida teoría sobre el carácter «feudal» de la colonización sirvió durante largo tiempo a los moscovitas criollos como telón de fondo para afirmar que la Argentina «muestra aún hoy en su estructura rasgos inconfundiblemente «feudales» (Puiggrós, Colonia, 23) y para enrollar la madeja de una fantasmagórica revolución «antifeudal» que abriría el camino a una supuesta «etapa» capitalista.
2.    Atados a sus dogmas y compromisos políticos y frenados por su propia incapacidad, los teóricos comunistas posteriores a Puiggrós usan su definición de la colonia como sociedad feudal sólo para oponerse al socialismo en la Argentina de hoy, puesto que significaría "proponernos hoy tareas históricas inexistentes» (Paso, Colonia, 9.). Y su negativa al socialismo se extiende no sólo a América Latina sino incluso al África donde Leonardo Paso (curioso ejemplar «marxista») ve negativamente el paso a las formas colectivas de propiedad de la tierra porque es un salto «de etapas históricas muy importantes para ponerse a la altura de los pueblos más adelantados» (ídem, 118). ¡Y esto fue escrito cuatro años después de la Revolución Cubana!
3.    Sergio Bagú ha señalado correctamente que «las colonias hispano-lusas de América no surgieron a la vida para repetir el ciclo feudal, sino para integrarse en el nuevo ciclo capitalista que se inauguraba en el mundo. Fueron descubiertas y conquistadas como un episodio más de un vasto período de expansión comercial del capitalismo europeo. Muy pocos lustros después de iniciada su historia propiamente colonial, la orientación que van tomando sus explotaciones mineras y sus cultivos agrícolas descubren a las claras que responden a los intereses predominantes entonces en los grandes centros comerciales del viejo mundo» (Bagú, Economía, 104).
4.    Nadie, ni aun los obcecados teorizantes del «feudalismo» colonial, han negado que el descubrimiento y conquista de América tuvieron objetivos perfectamente comerciales. Efectivamente, cuando castellanos y portugueses tocan las costas americanas la existencia de un activo mercado internacional europeo es un hecho desde hace mucho tiempo. Las explotaciones del extremo oriente, las factorías que se establecen en las costas de la India, el reconocimiento y después el tráfico con las costas africanas, el descubrimiento y colonización de América, son meros episodios de esa formidable revolución comercial que está conmoviendo a Europa. Hay en el viejo mundo un mercado internacional que absorbe con avidez una cantidad de productos de otros continentes. Castellanos y portugueses, al ponerse en contacto con esta nueva realidad americana, estuvieron movidos por una misma necesidad, por un igual propósito: hallar algo que pudiera ser vendido en el mercado europeo con el mayor provecho posible (Bagú. Economía, 66). De modo que el objetivo de la colonización y conquista fue eminentemente capitalista: producir en gran escala para vender en el mercado y obtener una ganancia.
5.    Hay por lo tanto, una neta diferenciación con los procesos de colonización realizados en el seno del feudalismo europeo, tales como el desplazamiento de los germanos hacia el Este, cuyo único propósito era obtener tierra para subsistir. La pequeña economía agraria y el artesanado independiente —indicó Marx— forman en conjunto la base del régimen feudal de producción. El régimen feudal en la agricultura supone que el señor no puede explotar toda la tierra por sí mismo o por un administrador, entonces concede parcelas a los campesinos, que se convierten en pequeños propietarios, pero sometidos a una multitud de censos y apretados con lazos personales innumerables. La producción feudal se caracteriza por la división del suelo entre el mayor número posible de tributarios. Por eso estaba salpicado de pequeñas explotaciones campesinas, interrumpidas sólo de vez en cuando por grandes fincas señoriales. El siervo de la gleba, aunque sujeto a tributo, era dueño de una parcela de tierra (Marx, Capital, 2, 3). Es decir que por paradoja! que esto resulte a primera vista, el régimen feudal supone la pequeña propiedad de la tierra. De ahí la pequeña escala de la producción disponible para el mercado y el reducido volumen del intercambio.
6.    Ahora bien, el sistema de producción que los españoles estructuraron en América era francamente opuesto a esta estructura básica del feudalismo. Si alguna característica bien definida e incuestionable es posible encontrar en la economía colonial os la producción en gran escala (minas, obrajes, plantaciones) para el mercado. Desde los primeros tiempos del régimen hasta sus últimos días, ella condiciona toda la actividad productiva (Bagú, Economía, 117). Es posible que las primeras encomiendas hayan tendido a ser autosuficientes, pero en todo caso, ello estuvo perfectamente condicionado al hallazgo de metales preciosos. Descubierto el metal, la unidad autosuficiente se quiebra, con estrépito. Los indios comienzan a producir para el mercado europeo o local, y el señor vive con la mente puesta en el mercado. Además de metales preciosos, Potosí y la zona adyacente no producían prácticamente nada. De otras regiones del virreinato le enviaban alimentos y los más diversos productos. De todas partes del mundo le llegaban objetos de lujo. No puede darse un caso más claro de producción para el mercado.
7.    Es falsa incluso la suposición de que el monopolio comercial español impedía a las Américas comerciar en gran escala. Como se sostiene en un trabajo reciente, «las colonias recibían toda clase de mercaderías europeas y a precios bajos; podían exportar sus productos a otras naciones sin más prohibición que para el oro y la plata; que efectuaban el comercio de trueque con las colonias extranjeras; que recibían en sus puertas a naves negreras de cualquier país y comerciaban con ellas; que utilizaban naves de potencias amigas y neutrales, y que, en general el mercado americano estuvo saturado de manufacturas europeas» (Villalobos, Comercio, 10). La corriente comercial no se detenía en los puertos, sino que penetraba profundamente en el interior del continente. En 1786 señalaba un comerciante que en Chuquisaca «todas las plazas se hallan abarrotadas de género» (citado en Villalobos, 57). Los trabajos de Levene (Investigaciones) así como otros más recientes (Halperín, Río de La Plata) señalan claramente las fuertes vinculaciones de todas las regiones de la América Española entre sí y con las potencias extranjeras.
8.    Buenos Aires fue otra ciudad colonial que en el siglo XVII había adquirido la tonalidad de una típica concentración urbana de la época del capitalismo comercial en Europa. Era la puerta de entrada de una incesante corriente de mercaderías que se distribuían después en una vasta zona que alcanzaba al Alto Perú (Bagú, Economía, 129). En el Noroeste argentino, que se ha querido presentar como prototipo de colonización feudal, los obrajes fabricaban tejidos que llegaban a exportarse por los mercados de Chile, Potosí, Buenos Aires, e incluso Brasil (Levene, investigaciones, 1,7).
9.    Buenos Aires fue fundada por segunda vez en 1580 para «abrir puertas a la tierra» como solicitaba el licenciado Matienzo una década antes (Fitte, Hambre, 264). Siete años después, la aldea que apenas contaba 60 pobladores, enviaba sus primeras exportaciones de géneros confeccionados en Tucumán con destino al Brasil. Aunque ese 2 de setiembre se recuerda ahora como el día de la industria fue en realidad el primer esbozo de la pujante fuerza comercial de Buenos Aires y el origen de una poderosa burguesía intermediaria.


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